El Dr. Miguel Concha Malo pronunció un emotivo discurso en representación de los académicos galardonados
La Facultad de Contaduría y Administración entregó la medalla al Mérito Universitario a profesores que cumplieron 25 y 35 años de actividad docente en una emotiva ceremonia que se llevó a cabo en el auditorio C.P. Arturo Elizundia Charles, el pasado 18 de agosto.
La ceremonia fue presidida por el Dr. Juan Alberto Adam Siade, director de la FCA, junto con los siguientes funcionarios de la Facultad: L.C. y E.F. Leonel Sebastián Chavarría, secretario General; Mtro. Tomás Rosales Mendieta, secretario Académico; Mtra. Adriana Padilla Morales, secretaria de la División de Estudios de Posgrado, y L.A. Gustavo Almaguer Pérez, secretario de Personal Docente.
En representación de los profesores galardonados habló el Dr. Miguel Concha Malo, ilustre profesor de la División de Estudios de Posgrado de la FCA y exfuncionario público, cuyas cálidas palabras se reproducen a continuación:
ME SIENTO SUMAMENTE ORGULLOSO Y SATISFECHO
DE SER PARTE DE LA UNAM: MIGUEL CONCHA MALO
"Considero una enorme distinción que se me haya pedido que dirija unas palabras de agradecimiento en nombre de todas y todos ustedes, por el valioso reconocimiento que hemos recibido de nuestra entrañable Universidad Nacional Autónoma de México. Confío hacerlo con toda la dignidad que ustedes y la Universidad misma se merecen.
La selección de mi persona para hacer uso de la palabra en esta ocasión, quizá se deba a la insistencia con la que, en los últimos años, yo también, como seguramente muchas y muchos de ustedes, he tenido en distintos foros de la UNAM sobre la importancia y la trascendencia de la ética en la crisis civilizatoria que actualmente estamos viviendo en el mundo, con sus manifestaciones en los campos de la economía, la política, las relaciones sociales, el deterioro de la naturaleza y la cultura. Más allá de la crisis económica, social, política o cultural que estamos viviendo, asistimos y participamos en una crisis moral.
De acuerdo con el Dr. Francois Houtart estoy convencido de que esta crisis no es para nada irreversible, si no seguimos siendo negligentes con la ética y desdeñando el uso crítico de nuestra razón. Todo mundo sabe que, en efecto, nos encontramos inmersos en una crisis sistémica global que produce, como nunca una, desigualdad cada vez más escandalosa y un desgaste natural cada vez más amenazante, que nos exige como académicos un involucramiento personal y colectivo crítico y creativo. Hoy más que nunca debemos trabajar, no únicamente por nuestro bienestar personal ni siquiera sólo por el bien común de nuestra comunidad o de nuestro país; en un mundo globalizado como el nuestro también debemos trabajar con la mente puesta en el bien común de toda la humanidad. En todas nuestras actividades es indispensable que rescatemos la centralidad de la dignidad inviolable de las personas y sus derechos fundamentales.
Fueron ésos precisamente los motivos por los que ―desde hace más de 35 años, los maestros Alfredo Amezcua, de nuestro posgrado en Contaduría y Administración, y Nielsen de Paula Pires, del posgrado en Estudios Latinoamericanos de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales― me invitaron a formar parte de esta Universidad, la más prestigiada ciertamente de toda América Latina y el Caribe, y una de las más importantes del mundo.
Gracias a ellos se me abrieron las puertas de la UNAM y durante todos estos años me he visto sumamente enriquecido con el intercambio académico amistoso con mis colegas y amigos profesores y profesoras, y, desde luego, con varias generaciones de alumnos. Como muchos de ustedes, puedo asegurar que durante todo este tiempo me he sentido sumamente orgulloso y satisfecho de ser parte, aunque sea modestamente, de la Máxima Casa de Estudios.
Cuando se me recuerda la obligación de ser agradecido, me viene a la mente la película que en el año de 1971 produjeron los cineastas franceses Francois Truffaut, Jean Dasté y Francoise Seiner, titulada “El pequeño salvaje”, que muchos de ustedes seguramente recuerdan y en la que, para filmarla, se basaron en una leyenda racionalista de la pedagogía francesa del siglo XVIII, en donde ilustran que el penúltimo valor moral que un ser humano descubre y asimila es el de la justicia. Pero el último valor, el que apunta a la madurez en el desarrollo cultural, social y psicológico de cualquier persona, es precisamente el de la gratitud. Por ello, la película muestra la rebelión del niño salvaje frente a una humillación inmerecida y su capacidad posterior de perdón hacia el maestro que lo había rescatado de la vida animal y que con tanto cariño había colaborado en su humanización.
Sea esto del todo cierto, o no, desde el punto de vista de la pedagogía actual pienso que, en el acto que realizamos ahora, son éstas las dos virtudes y actitudes que estamos practicando: la Justicia, con la cual la Universidad quiere reconocer nuestros años de colaboración en sus funciones de investigación, enseñanza y difusión de la cultura, y la Gratitud, con la que nosotros queremos manifestarle el que nos haya concedido el privilegio de servirle y, a través de ella, a nuestra sociedad.
Desde el primer día de nuestras actividades en la UNAM todos fuimos conscientes del enorme significado que tiene nuestra Universidad en la historia y en la realidad actual de México. Hemos hecho nuestra, de alguna manera, la divisa de comprometernos con ella en el mejoramiento y transformación de nuestro país, y hemos sido también conscientes de los retos y desafíos de la realidad actual, por lo que deseamos seguir contribuyendo, con gusto a su solución, en la Universidad y con la Universidad.
En el discurso oficial que pronunció, en diciembre del año pasado, en Ecatepec, el jefe de la oficina de la actual Presidencia de la República, con motivo de la conmemoración de los 199 años del fusilamiento del padre José María Morelos y Pavón se afirmó que hoy al menos son cinco los principales adversarios que hay que combatir en México: la pobreza, la desigualdad, la corrupción, la impunidad y la violencia. Yo me atrevería a añadir la indiferencia social, la inmoralidad pública, la simulación, el autoritarismo y la mentira. En suma, la más radical, la disociación irresponsable entre nuestras convicciones y la práctica.
Aunque como todo mundo sabe que yo siempre he sido respetuoso y partidario de la índole laica y pluralista de nuestra Universidad, permítaseme que, en esta ocasión, por lo anteriormente expuesto eche mano de la Carta que el pasado 9 de julio entregaron alrededor de 1,500 personas de 40 países de América Latina, el Caribe, Asia y África al papa Francisco, jefe de la Iglesia católica, al terminar el II Encuentro Mundial de los Movimientos Populares en Santa Cruz, Bolivia. Como un indicio, a mi ver, de lucidez en medio de sus luchas por otro mundo posible, en el último de los diez puntos de dicha Carta, las mencionadas personas se comprometen a luchar porque la ciencia y el conocimiento sean utilizados al servicio del bienestar de nuestros pueblos y a persuadir a todas las universidades para que se llenen, dijeron, de pueblo, y sus conocimientos estén orientados a resolver los problemas estructurales que lo afectan, más que a generar riquezas para las minorías y las grandes corporaciones.
Justo es decir que ésa ha sido la tónica y el espíritu de nuestra Universidad Nacional Autónoma de México: buscar el bienestar del pueblo, hecho por el que muchas y muchos nos hemos sentido a gusto. Pero para seguir enfrentando todos estos desafíos es importante que sigamos teniendo en cuenta, como desde hace años lo expresó el Dr. Pablo Latapí Sarre ―quien durante algunos años trabajó como investigador en nuestro Instituto de Estudios Sobre la Universidad― y que se refirió a la indisoluble asociación personal e institucional entre la educación y el ejercicio práctico de los valores. Es decir, para el doctor Latapí la educación, como valor, alude a la internalización de normas, actitudes y sentimientos favorables a aquellos valores morales positivos por parte de nosotros y de nuestros alumnos.
Para lograr lo anterior, es imprescindible no sólo contar con nuestro currículum explícito, con los conocimientos y habilidades con los que queremos ayudar a nuestros alumnos para que se transformen en profesionistas, maestros y doctores de excelencia, sino, sobre todo, contar con nuestro currículum implícito, es decir, el testimonio vivo y coherente de nuestra vida personal y profesional, pues existe también una educación por valores, quizás la más importante, que indica la objetivación gradual que hace el educando de sí mismo como sujeto ético, fundamentalmente a través de su praxis dentro y fuera de la Universidad.
Expresémosle, pues, nuestro agradecimiento honesto y sincero a nuestra Universidad, representada en todas aquellas personas que apoyan nuestros servicios por medio de su sabia administración. Que estos reconocimientos que hoy hemos recibido nos llenen, sí, de satisfacción y orgullo, pero que, sobre todo, sean un estímulo para seguir, entre todos, defendiendo a la UNAM; para seguir cultivando y defendiendo su autonomía, así como la libertad de la que gozamos en todas nuestras actividades y cátedras; para seguir defendiendo a nuestra nación. ¡Muchas felicidades queridas y queridos colegas!
Por mi raza hablará el espíritu"
Luego del emotivo discurso del doctor Concha Malo, el director Adam Siade agradeció las palabras del destacado profesor y felicitó a los docentes galardonados. La ceremonia fue rubricada con un goya que retumbó en el auditorio y concluyó con la fotografía oficial de las autoridades de la FCA con los académicos que recibieron medalla y diploma por 35 y 25 años de actividad docente, cuyos nombres se relacionan a continuación.
35 AÑOS DE ANTIGÜEDAD ACADÉMICA
José Jorge Celestino Cardiel Hurtado
Miguel Concha Malo
Gilberto Enrique Díaz Castro
Juan Danilo Díaz Ruíz
Luis Eduardo López Castro
Carlos Emilio Martínez de la Fuente
Ramón Robledo Ávila
Jesús Romero Estrada
25 AÑOS DE ANTIGÜEDAD ACADÉMICA
Rómulo Bonilla Mora
María Isabel Caballero Valderrama
Alberto Cacique Cruz
Juan José Castillo Nava
Alberto de la Rosa Elizalde
Luis Guillermo Delgado Pedroza
César Eduardo Hernández Zavala
José Luis Lemus Hernández
Verónica Medina Viruega
Jesús Raúl Mondragón González
Hiram Jonatan Núñez Antonio
Gilberto Prieto Morín
Eduardo Rodríguez Reyes
Carlos Francisco Rubiales Martínez Rivas
Felipe Valle Ramírez
Martha Angelina Valle Solís
Horacio Vega Escalante
Pedro Viveros Sánchez
Martha Eugenia Yáñez Hernández